Cultura Financiera

Amortización: qué es y por qué es clave en una inversión

Cuando hablamos de finanzas, hay conceptos financieros como el de amortización que pueden resultar confusos. En relación con una inversión, hace referencia a recuperar el dinero con el que has colaborado en un determinado proyecto. Cuando lo has amortizado, comienzas a obtener beneficios netos. Sin embargo, hay otros sentidos que se le pueden dar a esta palabra. ¿Quieres saber un poco más sobre esta cuestión?

¿Qué es amortización?

Pongamos un ejemplo de inversión en alguna de las fases de un proyecto de energías renovables. Dependiendo del tipo de inversor que eres, podrías escoger una iniciativa como la de Conca de Barberà I, II y III.

Se trata de una inversión local en Cataluña, más concretamente en los municipios de Ribera d’Ondara, Talavera, Montoliu de Segarra (Lleida) y Llorac (Tarragona). Son tres parques eólicos con un total de 140 MW, con 3278 horas equivalentes y una producción anual de 458 855 MWh.

Pues bien, imagina que participas en esta iniciativa local que tiene un 6,5% de rentabilidad y una amortización semestral, con 1000 euros. La rentabilidad estimada para esa cantidad en este caso es de 1.595 euros. Cuando hayas recuperado los primeros 1000 euros, habrás amortizado tu inversión. El resto de la cantidad será beneficio neto.

Como ves, es un concepto muy sencillo que se usa en contabilidad y finanzas. No obstante, como puede usarse con diferentes sentidos, no siempre significa lo mismo. Para que lo tengas mucho más claro, te hablamos de los tipos existentes.

Saber más

¿Qué diferentes amortizaciones existen?

Es básico tener clara la definición. La amortización es una técnica contable con la que vamos reduciendo periódicamente el valor de un préstamo o un activo intangible. La amortización se lleva a cabo durante un período de tiempo determinado.

En el caso de un préstamo, la enfocamos en distribuir los pagos, por ejemplo, mensualmente. Es decir, si una entidad bancaria nos ha prestado 10 000 euros, vamos saldando esa deuda con las cuotas que vayamos pagando cada mes. Si devolvemos 500 euros al mes, en 20 meses habremos logrado amortizar el capital adeudado.

Aplicada a un activo, es sinónimo de depreciación. Además, está relacionada con el rendimiento. Es el caso de un vehículo o un electrodoméstico. Según va pasando el tiempo desde que lo adquirimos, va perdiendo valor y, en una medida proporcional, le vamos sacando rendimiento.

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¿Qué ocurre, entonces, con una inversión?

Que es el resultado de restar el rendimiento que obtenemos de la cantidad inicialmente colocada en un proyecto.

Habrás notado que el significado parece variar un poco, aunque en lo fundamental indica lo mismo. Seguro que has oído cosas como “ese coche ya está amortizado” o “voy a anticipar la amortización de la hipoteca”. Incluso puede que conozcas a alguien que ha “amortizado una inversión en energías renovables”, porque es algo cada día más común.

Esto es así porque puede haber distintos tipos, que son:

  • De activos.
  • De pasivos.

¿Qué diferencia hay entre la amortización de activos y la de pasivos?

En el primer caso, está relacionada con la depreciación del valor de un bien a medida que pasa el tiempo. Una vivienda, un automóvil o un televisor comienzan a perder valor desde el mismo momento que son adquiridos por el consumidor.

Para hacer el cálculo se toma como referencia la vida útil estimada del artículo o producto y el precio que ha costado. Por ejemplo, si has comprado un electrodoméstico por 1000 euros, con una durabilidad de 10 años, pasado ese periodo, esa cantidad habrá tenido su rentabilidad.

El segundo tiene que ver con las obligaciones financieras contraídas, como un préstamo bancario, una hipoteca o un crédito de consumo. Aquí, entonces, no es que se produzca una pérdida de valor, sino que va disminuyendo la deuda a medida que se va pagando. En esta opción podrían incluirse las inversiones, que se van amortizando cuando te vas acercando a la obtención de una rentabilidad neta.

Ahora el cálculo puede hacerse de tres formas:

  • Sistema francés o de cuotas fijas. Devolvemos una misma cantidad de dinero en cada plazo fijado para alcanzar el vencimiento o liquidación. En estos casos, la cuota no varía, aunque sí se suelen aplicar intereses superiores en los periodos iniciales. El pago del capital se deja para las cuotas finales.
    Sistema creciente. Las cuotas van incrementándose a medida que avanza el tiempo de la obligación.
  • Sistema decreciente. Se paga parte de la deuda desde el principio, gracias a lo cual se reducen los intereses y, con ello, también la cuota a medida que pasa el tiempo.

¿Por qué es importante en finanzas?

Lo es porque ayuda a inversores y empresas a comprender, planificar y prever sus costes y gastos en un periodo de tiempo determinado. Así, si inviertes en renovables tendrás una idea de cuándo recuperarás el capital depositado. De esta manera, manejarás la información necesaria para tomar las decisiones más acertadas respecto de las iniciativas a las que quieras apoyar.

También estarás en disposición de decidir la cantidad que vas a comprometer y disfrutarás de una visión clara del momento en que la recuperarás.

En esta misma línea, si hablamos de un préstamo, gracias a la información que esto nos brinda, sabremos qué parte de lo abonado son intereses. Esto puede ser útil en los casos de inversión mediante préstamos, de manera que conoces tus opciones de deducciones fiscales. También sirve para la planificación de la deuda en unos plazos determinados.

La de los activos intangibles puede reducir los ingresos imponibles empresariales y, por lo tanto, la obligación tributaria. De igual manera, brinda a los inversores una mejor comprensión de las ganancias reales.

Por todo ello, la amortización es un término clave en finanzas y, en especial, cuando hablamos de inversión en energías renovables. A la hora de hacer una planificación de deuda, retorno de la inversión y ganancias netas, es un concepto útil y de obligado manejo contable.

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